martes, 23 de noviembre de 2010

creo que dios ya no me quiere

O nos persigue Mandinga. Esa fue la conclusión del fin de semana porque todo, absolutamente todo, nos salió al revés. Era como Destino Final pero en la vida real, lo malo es que nunca entendimos cuál era el mensaje ni quién nos lo mandaba.
El sábado, después de que nos cancelaran dos súper fiestas, llamamos a un amigo para visitarlo un rato. Primero, cuando se levantó a atendernos se llevó un ventanal por delante. Segundo, cuando por fin llegamos nos dimos cuenta de que estábamos interrumpiendo una mini reunión muy tranquila. No sólo nos instalamos sino que también invitamos a más gente. Y lo peor, todos los que estaban ahí se tenían que levantar temprano al día siguiente.
Quisimos salir al peor lugar de bailanta de los suburbios pero no nos dejaron entrar. Quisimos ir a a comer algo pero estaba todo cerrado. Y mientras volvíamos a casa, resignadas a mirar una película bien grasa, pinchamos una goma en panamericana. Yo pensé que era un helicóptero pero resulta que era que el auto estaba en llanta.
El domingo pasamos la tarde criticando a gente que conocemos, con mucha maldad. No sé bien si fue porque casi no habíamos dormido, porque habíamos pasado mucho tiempo juntas o porque el día anterior nos habíamos reído demasiado. Fue un poco como estar poseídas. A la noche nos confundimos los horarios de los Campos Magnéticos y, aunque nos alegró la parte de poder entrar a tiempo, después hubo una sucesión de cosas muy raras. Yo le digo: ¿Qiuén sos y qué querés de nosotras, eh?

No hay comentarios:

Publicar un comentario